Por Teófilo Benítez Granados, Rector del Centro de Estudios Superiores en Ciencias Jurídicas y Criminológicas (CESCIJUC).
Una de las asignaturas más demandadas a nivel mundial es la gestión del futuro. Hasta ahora no existen planes de estudio que logren cumplir esa meta. Lo más aproximado es impulsar el pensamiento crítico. Sin embargo, todos los actores sociales deben impulsar acciones para lidiar con un porvenir lleno de volatilidad e incertidumbre.
En medio de grandes disrupciones como el uso generalizado de la automatización, Inteligencia Artificial y otras tecnologías en el trabajo, cambios geopolíticos y económicos mundiales, impactos del cambio climático, edición genómica y otras innovaciones científicas y de bioingeniería, nuevas tendencias en materia de justicia social y la evolución de la demografía laboral y nuevas expectativas de los empleados, vivimos entornos sin precedentes.
Establecer estrategias comerciales en este entorno, se necesita una fuerza laboral comprometida e innovadora que pueda cambiar de rumbo de manera rápida, efectiva y fluida. Entonces se vuelve prioritario desarrollar nuevas capacidades, adoptar otras normas y reconsiderar las mentalidades y comportamientos arraigados.
Lograr la resiliencia y adaptabilidad a nivel individual y organizacional es una tarea ardua por la proclividad natural a seguir patrones y conductas habituales. Existe una arraigada reticencia a la adaptación de nuevas necesidades, expectativas y entornos.
De manera paralela, las personas que reportan altos niveles de adaptabilidad demuestran una mejor salud holística y un mayor compromiso que sus pares.
Se debe entonces trabajar en crear la capacidad de ver el cambio como una oportunidad para avanzar, aprender a regular pensamientos y emociones, tomar lecciones de experiencias anteriores y ejecutar el cambio.
La adaptabilidad requiere capacidad para abordar la incertidumbre con una mentalidad abierta y de aprendizaje y pensar de manera flexible y creativa sobre los problemas a medida que surgen.
Viktor Frankl en su libro El hombre en busca de sentido, aseguró que «cuando ya no somos capaces de cambiar una situación, nos enfrentamos al reto de cambiarnos a nosotros mismos». Y esta es la génesis de la adaptación, pero también de la resiliencia.
Entonces, en un mundo donde las interrupciones e imprevisibilidad son continuas, se requieren formas de pensar más matizada.
Para las organizaciones, esto implica crear entornos de trabajo psicológicamente seguros que alienten la innovación y propuestas sin “castigar” errores y, al mismo tiempo, establecer procesos claros y apoyo de supervisores o compañeros de trabajo para incrementar el compromiso.
Vale recordar, finalmente, que cuanto más cambian las cosas en una organización, las personas buscan más signos de estabilidad. Una acción crucial, entonces, es tener la misión organizacional clara para dar sentido a nuestras acciones en medio de la convulsión y los cambios continuos.
Vale remarcar también que, para ser resilientes y adaptables a gran escala, los líderes deben enfatizar el sentido de comunidad y convertir a un grupo de profesionistas aislados de la empresa en un vecindario funcional, flexible y amigable.
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