“Encuestitis”, enfermedad provocada por empresas llenas de avaricia, carentes de ética

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  • Lo que publican solo lo usan los partidos para hacer creer…

  • Se juegan prestigio los medios que publican en primera plana esas encuestas

  • Serán firmas » muy prestigiadas» pero trabajan con tendencia del mejor postor

Cada que se aproxima un proceso electoral salen grandes «estrategas» y casas encuestadoras que hacen de las suyas, amasando grandes fortunas al generar percepciones de triunfo para quien paga los estudios demoscópicos y de derrota, para los que no han aportado grandes cantidades de dinero.

Definitivamente las encuestas no saldrán bien libradas, esto lo acepta, -solo como ejemplo- uno de los «grandes» encuestadores, como algunos ingenuos lo ponen, Roy Campos; porque no existen empresas serias, son empresas que operan para obtener dividendos económicos, que desafortunadamente son pagadas para desestabilizar o engañar, la gran mayoría se enriquecen de engañar a la opinión pública.

La enfermedad de la “encuestitis”, se agrava a medida que avanzan las campañas políticas, transformándose en una auténtica guerra de cifras entre los partidos y candidatos, quienes buscan hacer creer a los potenciales electores, que tienen el cielo ganado, porque así lo dictan los números.

Pero así como decía Emiliano Zapata que “la tierra es del que la trabaja”, en los estudios demoscópicos “la encuesta es de quien la paga”, por lo que se ha vuelto común que esos consorcios falten a la verdad, dando por ganadores a quienes no tienen posibilidades de triunfo o que están en una paulatina caída en las preferencias electorales.

La mayoría de encuestas se alejan de la realidad, son mentirosas y todo ello, porque al estar hechas al gusto del que las paga, lo principal es recibir el pago, cuanto más grande mejor y hacer a un lado cualquier intento de dar información imparcial y objetiva a la sociedad.

Ello explica que una vez que ha pasado la jornada electoral, no pocas encuestadoras terminen haciendo el ridículo, al quedar muy lejos los datos que aportaron, con el resultado de la elección.

La encuesta que tiene como característica esencial ser tendenciosa y falsaria, se desploma al final del camino, por ser insostenibles las mentiras con las que justificaron cobrar fuertes sumas de dinero a partidos y candidatos.

Esa falta de verdad y no correspondencia con los hechos, es lo mismo que el cinismo de las encuestadoras, a las que poco les importa haber mentido de forma sistemática y una vez descubierta la realidad, se limitan a atribuir el no decir lo que es, a “fallas técnicas”, lo que resulta absurdo e injustificable.

¿Acaso no son las propias encuestadoras las que al dar a conocer su metodología mencionan que el margen de error es mínimo? Es evidente que su actuar es inmoral, que la ética les hace lo que el viento a Juárez y que prefieren volverse ricos antes que ofrecer instrumentos de medición confiables para que el ciudadano tome la mejor decisión y lo más importante: ¿por qué no hay una sola autoridad que las obligue a conducirse con verdad y profesionalismo?